“Bienvenida al Amazonas, Anekke”, me dije a mi misma. Y mientras una canoa nos mecía a través del río, abriéndose paso entre aguas tranquilas, mi corazón comenzó a latir fuerte.

 Sentí que todo se conectaba

a través del río, del agua. 

También yo, que comenzaba

formar parte del entorno,

el río me vestía y me transportaba

a través de kilómetros de belleza salvaje.

Sentí que todo se conectaba

a través del río, del agua.

También yo, que comenzaba

formar parte del entorno,

el río me vestía

y me transportaba

a través de kilómetros

de belleza salvaje.


Una luz cálida y difusa iba dibujando a su paso cientos de formas orgánicas verdes y marrones. Los rayos del sol vestían con destellos dorados las hojas, casi como si fuesen hilos mágicos que me conectaban a esos instantes.

Una luz cálida y difusa iba dibujando a su paso cientos de formas orgánicas verdes y marrones. Los rayos del sol vestían con destellos dorados las hojas, casi como si fuesen hilos mágicos que me conectaban a esos instantes.

Sentí que todo se conectaba

a través del río, del agua.

También yo, que comenzaba

formar parte del entorno,

el río me vestía

y me transportaba

a través de kilómetros

de belleza salvaje.


Y, en esa inmensidad, la naturaleza cobraba vida. Los animales bebían a ambos lados del río. Grullas, loros, tucanes… exhibían su belleza sin artificios. 

Y en toda esa majestuosidad, me vi reflejada en la mirada de un jaguar. Una mirada sincera y curiosa, que guardaba tras su rostro los secretos del Amazonas.

Secretos que iba descubriendo a cada instante, dejando volar mi imaginación con el aleteo de las mariposas.

Y en este instante recuerdo pensar en cómo un ser tan delicado como una mariposa podía generar un efecto mágico sobre todo un engranaje.

A cada instante la belleza de sus alas me sobrecogía, descubriendo cada día nuevas especies, nuevas alas tintadas de libertad y belleza. Y ellas se convirtieron, en cierto modo, en mi guía a través del Amazonas.

Ellas me hicieron sentir que, si miras profundamente en la naturaleza, entenderás todo mejor. Y que es la naturaleza la que nos hace conectar, realmente, con la madre de todo y con nosotras mismas.

Es la madre naturaleza la que de repente nos muestra todas sus caras, te deja fluir por su agua, volar con sus alas, sentir su esencia. Te hace sentir que podemos ser mejores, que podemos cuidar todo aquello que hoy está en peligro de extinción, devolverle la vida.

Te hace sentir el poder de la diosa naturaleza: la Pachamama. Contaban de ella que es capaz de acelerarte la respiración con sus paisajes, hacerte vibrar con sus flores, deslumbrarte con sus colores e hipnotizarte con sus sonidos.

Te hace sentir que todo lo importante está ahí, con su delicadeza salvaje, transformándose en un eco que se graba en tu piel para siempre. Porque todo lo que damos vuelve. Y ahora, con cada bolso o complemento de Anekke Amazonia un pedacito del Amazonas irá siempre contigo.